Cuando Victoria Jenkins quedó discapacitada a los 20 años, se dio cuenta de que, a pesar de llevar más de una década trabajando en el sector de la moda, nunca había visto una sola colección pensada para personas como ella.

"Había trabajado en colecciones para algunos de los nombres más importantes de la moda británica", dice, refiriéndose a puestos en Victoria Beckham, Jack Wills y All Saints.

"Pero cuando me convertí en discapacitada, lo vi todo de otra manera. La ropa que había ayudado a diseñar durante años ya no me servía. Y me di cuenta de que nadie diseñaba para nosotros".

Esa idea se convirtió en la semilla de Unhidden, una marca de moda adaptada que lanzó en 2020 con el objetivo de ofrecer ropa práctica y con estilo a personas con discapacidad y enfermedades crónicas.

Desde entonces, la marca ha desafiado en silencio los prejuicios del mundo de la moda sobre quién puede participar con estilo.

"La moda tiene el deber de representar", dice con firmeza, "y el comercio minorista tiene el deber de producir".

Discreto

La ropa de Unhidden presenta discretas alteraciones que la mayoría de los compradores sin discapacidad no notarían: cierres magnéticos en lugar de botones incómodos, vestidos con puntos de acceso ocultos para sondas de alimentación o catéteres, pantalones con cinturillas blandas para personas con bolsas de estoma o sensibilidad sensorial. Pero el objetivo no es sólo la funcionalidad, sino la dignidad y la expresión personal.

Jenkins recuerda una conversación en el hospital con un compañero que recibía quimioterapia.

"Me dijo que tenía que desnudarse completamente cada vez que un médico necesitaba acceder a su puerto.

"Lo único que quería era volver a sentirse humana. La ropa puede ayudar a recuperar eso".

Es un mensaje poderoso que ha resonado mucho más allá de su propia comunidad.

En 2022, Unhidden se convirtió en la primera marca de ropa adaptada en desfilar en la Semana de la Moda de Londres. Pero el reconocimiento, insiste, no es lo mismo que el progreso real.

Alrededor de 16 millones de personas en el Reino Unido -casi una de cada cuatro- son discapacitadas. A escala mundial, la cifra supera los 1.300 millones. Sin embargo, la mayoría de los minoristas siguen tratando la moda adaptada como un nicho de mercado.

"Somos la minoría más grande del mundo", dice Jenkins, "pero eso no se sabe en la calle".

Peor aún, incluso dar a conocer la marca puede ser una ardua batalla. Jenkins afirma que la promoción de Unhidden a través de la publicidad digital a menudo se ha visto frustrada por los algoritmos de las redes sociales.

"Meta nos ha bloqueado o retirado anuncios por 'contenido sensible', aunque sólo sean fotos de personas en silla de ruedas con ropa. Es el capacitismo integrado en el sistema".

En su opinión, este problema refleja una falta de reconocimiento de las personas con discapacidad como consumidores legítimos.

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Silencio

"No se puede pretender ser integrador si los sistemas nos silencian", afirma.

"Cuando las modelos discapacitadas y la moda adaptativa son censuradas por ser 'controvertidas', pero las marcas de moda rápida pueden mostrar todo tipo de exposición corporal sin problemas, algo falla profundamente".

Esa falta de visibilidad tiene un coste, para todos.

La llamada "libra púrpura" -el poder adquisitivo estimado de las personas discapacitadas y sus hogares- asciende a 274.000 millones de libras sólo en el Reino Unido. A nivel mundial, supera los 8 billones de dólares.

"No es sólo una cuestión moral", dice Jenkins, "es una locura comercial".

Lo que más le frustra es la persistente percepción de que la moda adaptativa es de algún modo nicho, o medicalizada. "No se trata de vendas y beige", ríe, "se trata de elección: poder llevar algo que refleje quién eres y vestir con la misma libertad que todo el mundo da por sentada".

Jenkins reparte ahora su tiempo entre Wiltshire y Londres, dirigiendo Unhidden al tiempo que asesora a marcas y habla públicamente sobre diseño inclusivo.

No se limita a pedir ropa mejor: quiere una nueva cultura del diseño que incluya a las personas con discapacidad en todas las fases, desde la concepción hasta la campaña.

"Hemos visto marketing inclusivo", dice, "pero marketing no es lo mismo que inclusión. La representación sin funcionalidad es sólo óptica".

Aun así, se muestra esperanzada. Los diseñadores más jóvenes empiezan a cuestionar el statu quo. Cada vez es más difícil para las marcas ignorar las conversaciones sobre la diversidad corporal y la accesibilidad. Y los consumidores -especialmente la generación Z- exigen cada vez más algo más que una representación simbólica.

"La inclusión no es una moda. Llega con retraso", afirma Jenkins, "y la industria se subirá al carro o se quedará atrás".