La aerolínea de bajo coste ha introducido una tasa de 117 euros para los viajeros que lleguen al aeropuerto menos de 40 minutos antes de la salida programada de su vuelo. Este cambio, en muchos casos, supera el coste del propio billete.

La penalización se aplica incluso si los pasajeros consiguen cambiar la reserva a un vuelo posterior. También se cobrará a quienes lleguen hasta una hora después de la salida de su vuelo original, siempre que haya otros vuelos disponibles.

Ryanair afirma que la política está diseñada para mejorar la puntualidad y fomentar una mejor planificación. Sin embargo, sus detractores sostienen que la medida afecta desproporcionadamente a los pasajeros que sufren retrasos a causa del tráfico, las largas colas de seguridad o los problemas de transporte público.

Los pasajeros han expresado su frustración, calificando la tasa de "apropiación de efectivo" que castiga los errores menores y convierte los retrasos inesperados en beneficios garantizados para la aerolínea.

La multa por llegar tarde sigue una pauta de políticas controvertidas de Ryanair. No facturar por Internet al menos dos horas antes de la salida supone el pago de tasas aeroportuarias adicionales. La aerolínea apuesta cada vez más por una experiencia exclusivamente digital para agilizar las operaciones y reducir el personal en los aeropuertos, a menudo a expensas de los viajeros menos preparados o menos conocedores de la tecnología.

Aunque Ryanair aconseja llegar pronto, facturar con días de antelación y seguir las actualizaciones de los vuelos, incluso los pasajeros bien preparados corren el riesgo de verse sorprendidos por retrasos imprevistos.

La aerolínea ha defendido su política, pero ante la creciente frustración en Internet, las asociaciones de consumidores advierten a los viajeros que lean la letra pequeña y planifiquen con cuidado, o se arriesgan a pagar mucho más de lo previsto.