El nuevo material es tan resistente como los plásticos derivados del petróleo, pero no es tóxico ni inflamable y no emite dióxido de carbono.
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Se descompone en sus componentes originales cuando se expone a la sal, que luego pueden ser procesados por bacterias naturales, evitando así la generación de microplásticos que pueden dañar la vida acuática y entrar en la cadena alimentaria.