Cuando Dios nos creó, tenía un propósito específico en mente para cada uno de nosotros. Al principio, éramos como Adán y Eva: puros e inocentes. Éramos divinos, pero no éramos conscientes de nuestra divinidad. Por eso, cuando la vida nos ofreció la dulce manzana del conocimiento, tuvimos que comerla para tomar conciencia de nuestra verdadera naturaleza, aunque nos envió a un largo exilio.

No obstante, ten en cuenta que el exilio no fue un castigo, sino una oportunidad divina. El acuerdo de unirnos a la RUEDA DE LAS ENCARNACIONES impulsó a nuestra conciencia a entrar en cuerpos físicos y aprender a dominar nuestras energías en este mundo. Esta es nuestra historia. Cada ser humano debe pasar por cientos o miles de encarnaciones para ganar conciencia de su divinidad y convertirse en DIOS EN ACCIÓN dondequiera que esté consciente en el universo.

En el mundo oriental, la idea de la reencarnación es ampliamente aceptada y abrazada por la mayoría. Sin embargo, en Occidente, diversas facciones religiosas se resisten a aceptar este concepto esencial. El maestro Saint Germain dijo que no intentaremos demostrárselo a nadie, porque, como la idea de Dios o de los Ángeles, las leyes universales del KARMA y de la REENCARNACIÓN no pueden ser percibidas sólo por el nivel de intelecto de un ser humano. Exige una maduración interior que sólo puede adquirirse a través de cientos de encarnaciones.

Créditos: Imagen suministrada; Autor: Morgan Le Fay;

Cuando comenzamos nuestro viaje, debido a la densidad de nuestros cuerpos físicos y a la aspereza de nuestra estructura cerebral, no podemos recordar quiénes somos realmente. La Chispa Divina, o Yo Superior, permanece en un profundo letargo dentro de nuestros corazones. Sin embargo, a través de nuestras experiencias recogidas en cada encarnación, eventualmente llegamos a un momento en el que comenzamos a tener destellos de recuerdos, y aunque parezcan sueños, comenzamos a cuestionarnos qué estamos haciendo aquí. Un sentimiento de que somos mucho más que nuestros cuerpos físicos se fortalece dentro de nuestros corazones. Esto marca nuestro despertar a las cuestiones espirituales, y sólo entonces comienza nuestro viaje de vuelta a casa, lo que nos permite comprender realmente las leyes universales como el Karma y la Reencarnación.

La reencarnación y el karma funcionan en tándem; no podemos comprender plenamente uno sin el otro. La reencarnación nos permite experimentar con la vida. El karma nos guía a través de este viaje, asegurándose de que tenemos lo que necesitamos en cada encarnación para desplegar nuestro potencial divino.

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Desde la perspectiva de nuestro Yo Superior, cada encarnación no es más que una perla en un hermoso collar. Cada perla representa un día de Su vida. Lloramos cuando la vida se vuelve difícil y nos alegramos cuando las cosas son más fáciles. Aunque nuestras penas y alegrías puedan parecernos significativas, no son tan importantes para nuestro Ser Superior; lo que verdaderamente importa es el conocimiento positivo que obtenemos de ellas, y sólo eso se llevará con Él al final de cada encarnación. Para Él, no importa si somos un ama de casa o el director general de una gran empresa. Él disfruta con todos los papeles y quiere explorar todos los aspectos y posibilidades de la vida, lo que le impulsa a cumplir su misión.

Cuando lo comprendemos en profundidad, la vida se vuelve más fácil y ya no nos rebelamos contra los acontecimientos, sino que nos esforzamos por sacar lo mejor de ellos. Aprendemos a ser pacientes con nosotros mismos y con los demás, percibiendo la esencia tras los títulos y las apariencias. Saboreamos cada experiencia, incluso las más difíciles, no porque disfrutemos con el sufrimiento, sino porque reconocemos que cada lágrima esculpe nuestro carácter y nos acerca a la victoria.

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Comprendemos que ya hemos ocupado papeles ordinarios en la vida, así como los de reyes, héroes y sabios. Por lo tanto, intentamos centrar nuestra atención no en el papel en sí, sino en lo que necesitamos desarrollar internamente a través de él. Percibimos que, independientemente de nuestra apariencia externa, estamos siendo guiados para desplegar nuestros talentos, y dominar los obstáculos es lo que realmente importa. Perdemos la prisa y ya no vemos la encarnación como un exilio o un sufrimiento, sino como una gran oportunidad para transformar nuestro potencial divino en una realidad activa dentro del universo.

¡Que Dios os bendiga!

Morgan Le Fay

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