Encarna la Ley de Causa y Efecto, en la que cada acción, palabra o pensamiento pone en movimiento causas.
Para cada causa, hay un efecto correspondiente, asegurando que la justicia divina y las oportunidades se proporcionen a todos los seres.
Muchos en el mundo occidental asocian el karma sólo con incidentes adversos que golpean a un individuo, pero el karma en sí es imparcial. Para comprender mejor esta ley, podemos reflexionar sobre el jardinero y su jardín. Cada persona es un jardinero, y su mundo es un jardín. El karma es la ley fundamental que regula esta relación, asegurando que cada uno recoja lo que siembra.
Es esencial comprender que el karma no castiga ni recompensa a nadie. Simplemente garantiza que recibamos lo que merecemos y, lo que es más importante, LO QUE NECESITAMOS para nuestro progreso óptimo a lo largo de la vida. Es realmente nuestro gran maestro. Su objetivo es hacernos avanzar. Nos desafía a veces y nos consuela otras. No nos deja acomodarnos hasta que desarrollamos nuestros talentos potenciales y aprendemos a trabajar en perfecta armonía con la ley del amor, que mantiene el equilibrio del universo y contribuye a la felicidad de todos los seres.
Contrariamente a lo que mucha gente piensa, el karma no es una fuerza inflexible que no pueda alterarse. Como cualquier ley, cuando la comprendemos, podemos manejarla sabiamente para que actúe a nuestro favor.
Como jardineros, tenemos la capacidad de dar forma a nuestro jardín según nuestros deseos, y la vida nos ofrece todo tipo de semillas. Es nuestra responsabilidad elegirlas sabiamente. Algunas semillas conducen a resultados positivos. Si las sembramos y nutrimos adecuadamente, producirán flores vibrantes, hermosos arbustos y frondosos árboles, creando una atmósfera agradable. Otras semillas significan el punto de partida de resultados adversos. Si las sembramos y las cuidamos, crecerán y proliferarán, dando lugar a un jardín caótico y desagradable.
El jardín es un espejo. A través de él, el karma nos enseña que no somos meros participantes pasivos en la vida, sino que somos los iniciadores de nuestros destinos, responsables de las energías que proyectamos en el mundo. Sirve para recordarnos que nuestras acciones, positivas o negativas, vuelven continuamente a nosotros en un ciclo sin fin, en el que los efectos de cómo manejamos nuestras experiencias hoy se convierten en las causas que dan forma a nuestra realidad mañana.
Por lo tanto, el poder no está en manos de fuerzas invisibles; siempre está en nuestras propias manos. Si nuestro jardín es salvaje y está invadido por plagas, podemos transformarlo educando nuestros pensamientos, armonizando nuestros sentimientos y alineando nuestras acciones con la ley del amor. Al hacerlo, pondremos en marcha nuevas fuerzas positivas que irán realzando la belleza de nuestro jardín.
El karma y la reencarnación trabajan juntos. A lo largo de cientos o miles de encarnaciones, cada persona acumula karma positivo y negativo. Antes de cada vida, nosotros, junto con los Grandes Seres que supervisan el karma, elegimos una parte de esta reserva kármica en la que centrarnos. El aspecto positivo del karma que llevamos con nosotros se manifiesta como recursos, talentos e influencias de apoyo en nuestra vida actual, mientras que el aspecto negativo presenta los desafíos, las limitaciones y el sufrimiento que encontramos.
En el pasado, se creía que sólo podíamos compensar el karma negativo experimentando sus resultados en el presente. Sin embargo, el Maestro Ascendido Saint Germain, a través de sus propios esfuerzos durante muchas encarnaciones, nos ha traído el regalo del Fuego Violeta, que proporciona una poderosa herramienta para disolver significativamente esta acumulación dañina invocando la Ley de la Misericordia y el Perdón para nosotros mismos y para la humanidad. Cuando se invoca constantemente, este Fuego penetra en las causas y las purifica, cambiando su tasa vibratoria y su curso. A medida que las causas se transforman, el Fuego Violeta altera las raíces de las mismas dentro de nosotros, impulsándonos a superar nuestros hábitos negativos y a dejar de producir efectos adversos.
En conclusión, comprender el karma nos anima a actuar con INTENCIÓN y CONCIENCIA, reconociendo que lo que enviamos volverá a nosotros a su debido tiempo. Comprendiendo el FUEGO VIOLETA, podemos abordar el karma negativo, eliminándolo de nuestras vidas o, al menos, reduciendo su impacto antes de que se enfrente a nosotros en el mundo físico.
Que Dios os bendiga.
Morgan Le Fay
KARMA: LA LEY UNIVERSAL QUE RIGE LA VIDA
Karma, derivado del sánscrito que significa "acción" o "hecho", representa la Ley de Causa y Efecto, asegurando que cada acción tiene un resultado correspondiente. Aunque a menudo se concibe erróneamente como una fuerza de castigo, el karma es imparcial y nos guía hacia el crecimiento personal impartiéndonos lecciones esenciales a través de nuestras experiencias. Como jardineros de nuestras vidas, damos forma a nuestro destino a través de las semillas que sembramos. Comprender la interacción del karma y la reencarnación nos ayuda a reconocer que poseemos el poder de transformar nuestras realidades. Actuando con atención e invocando el Fuego Violeta, que disuelve el karma negativo, puede producirse una transformación más rápida y positiva.
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LA LEY DE LA REENCARNACIÓN
La Reencarnación es una ley universal y un don divino. Inicialmente puros e inocentes como Adán y Eva, pero completamente inconscientes de nuestra divinidad, aceptamos encarnarnos para tomar conciencia de nuestra naturaleza divina. Cada encarnación actúa como una oportunidad de aprendizaje, guiándonos hacia el dominio de la vida y la adopción de nuestro verdadero yo. Aunque este concepto está ampliamente aceptado en Oriente, Occidente suele resistirse a él. Sin embargo, sin esta comprensión, los retos y los diversos destinos de los seres humanos no pueden explicarse realmente. A medida que comprendemos esta idea, la vida se vuelve más divertida y fácil, independientemente de los papeles a los que nos enfrentemos en esta encarnación actual.
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AMOR DIVINO
El amor divino representa la forma más pura de amor, uniendo a todos los seres y trascendiendo los deseos personales. Promueve la felicidad a través del servicio desinteresado, animando a los individuos a compartir sus talentos para un bien mayor. Este amor profundo cultiva lazos de confianza y fomenta un sentimiento de plenitud, ya que está motivado por la alegría y no por la obligación. El viaje hacia la comprensión del amor divino evoluciona desde las relaciones familiares hasta compromisos más amplios, alineándonos en última instancia con el corazón del universo. Abrazar este amor conduce a la verdadera libertad y felicidad, permitiéndonos convertirnos en recipientes de Dios, sirviendo y elevando a todos los que nos rodean.
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