Con el regreso de los Campeonatos de Wimbledon, el emblemático torneo aporta mucho más que tenis.
Desde 1877, el Grand Slam británico ha sido sinónimo de estilo y deporte con su estricto código de vestimenta totalmente blanco.
He aquí un repaso a los 100 años de moda en la pista de Wimbledon, desde los pantalones a medida hasta el equipo de alta tecnología.
Años veinte
Los años veinte marcaron el comienzo de la ropa deportiva moderna.
Suzanne Lenglen, prodigio del tenis francés y seis veces campeona individual de Wimbledon, revolucionó no sólo la forma de jugar de las mujeres, sino también su forma de vestir.
En una época en la que la mayoría de las jugadoras competían con restrictivos vestidos hasta los tobillos, mangas largas e incluso corsés, el look característico de Lenglen consistía en una falda plisada hasta la rodilla, una blusa sin mangas y una cinta en la cabeza para sujetar su melena; un conjunto que escandalizó a los tradicionalistas, pero que sentó un nuevo precedente para la ropa deportiva femenina.
En el lado masculino, René Lacoste, también francés y varias veces campeón de Grand Slam, ejerció la misma influencia.
Tradicionalmente, los jugadores masculinos llevaban camisas de manga larga abotonadas, pantalones de franela e incluso corbatas.
Lacoste introdujo una camisa de manga corta, de algodón piqué, con un cuello suave que podía subirse para proteger el cuello del sol, lo que más tarde se conocería como polo.
Lacoste cosía el emblema de un cocodrilo en sus camisas -en referencia a su apodo "el cocodrilo" por su tenacidad en la cancha-, que más tarde se convertiría en el logotipo de su marca homónima fundada en 1933.
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Los años treinta
En los años treinta, la moda en las pistas de Wimbledon se orientó hacia un atuendo más elegante y funcional, en el que el estilo se convertía en una extensión del rendimiento atlético.
En el lado masculino, Fred Perry, uno de los mayores campeones de tenis británicos, se convirtió en una leyenda del tenis y en un icono del estilo.
Durante su racha de tres títulos consecutivos en Wimbledon, de 1934 a 1936, Perry se alejó de los looks pesados y recargados de décadas anteriores, decantándose por polos más ligeros y pantalones de corte limpio.
Aunque su polo con corona de laurel no debutaría hasta los años cincuenta, su estética limpia y desenfadada sentó las bases de la moda deportiva moderna.
Años cincuenta
Esta fue una época que definió la modernización de la posguerra en el estilo del tenis.
En el caso de los hombres, los atletas cambiaron los pantalones sastre por los pantalones cortos, que permitían una mayor facilidad de movimiento y reflejaban un cambio cultural más amplio hacia una vestimenta más informal en la pista.
La moda femenina en la pista también evolucionó, los dobladillos se acortaron y las faldas se cambiaron por vestidos más prácticos.
Las cinturas ceñidas y las faldas plisadas mantenían la elegancia a la vez que permitían agilidad, y muchas jugadoras incorporaban sutiles adornos de diseño -como cuellos Peter Pan o delicados ribetes- sin dejar de cumplir el famoso y estricto código de vestimenta del torneo.
Años sesenta
Aunque el código de vestimenta totalmente blanco seguía vigente, las siluetas de los sesenta empezaron a modernizarse, alejándose de las formas ultrafemeninas de los cincuenta.
Los dobladillos de las mujeres se hicieron más altos, los cortes se hicieron más estilizados y materiales como las mezclas sintéticas empezaron a sustituir a los tejidos naturales más pesados, permitiendo un mejor movimiento y comodidad en la pista.
La tenista británica Angela Buxton, que se había hecho famosa a principios de los cincuenta al ganar el título femenino de dobles de Wimbledon junto a Althea Gibson, encarnaba una elegancia práctica en su indumentaria.
Sus vestidos eran a menudo sin mangas o con mangas casquillo, con líneas más limpias y menos detalles decorativos que en años anteriores, marcando un estilo que continuaría hasta nuestros días.
Años setenta
Los años setenta reflejaron los cambios sociales y culturales de la época: siluetas más libres y declaraciones de estilo más atrevidas empezaron a llegar a las pistas de Wimbledon.
La estadounidense Billie Jean King, ya una campeona consagrada, desempeñó un papel fundamental en esta evolución, tanto dentro como fuera de la pista.
El look de King equilibraba la funcionalidad con un discreto desafío a las convenciones. Aunque seguía rigiéndose por el código de vestimenta totalmente blanco, optó por vestidos de tenis más estilizados con sutiles toques de estilo, como bordados florales o encajes.
Sus icónicas gafas redondas también se convirtieron en su seña de identidad, aportando personalidad a la pista. El look de King ayudó a dar forma a un nuevo estándar de la moda del tenis, que abrazaba tanto el poder como la personalidad.
Años ochenta
En los años ochenta, la ropa de tenis se orientó más hacia el rendimiento y, aunque se mantuvo el código de vestimenta totalmente blanco, las jugadoras empezaron a incorporar el color.
En 1980, el look de Sue Barker personificó la transición de finales de los setenta a principios de los ochenta, con vestidos de tenis blancos clásicos con pliegues, polos y toques de rosa.
Sus atuendos eran limpios y convencionales, con un toque de prepotencia.
En 1981, el estadounidense John McEnroe aportó una energía más relajada y rebelde a la pista. Aunque seguía vistiendo de blanco, su diadema característica, su pelo despeinado y sus polos holgados dieron un nuevo aire al juego masculino.
La indumentaria de McEnroe, a menudo vestida con Nike, dejaba entrever la creciente influencia de las marcas deportivas en el tenis, y su actitud añadía un aire fresco y antisistema a las tradicionales prendas blancas.
Cuando la alemana Steffi Graf arrasó en Wimbledon en 1988, lo hizo con los clásicos estampados de los ochenta, y año tras año se decantó por Adidas.
Los noventa
En los noventa, Steffi Graf continuó defendiendo una estética retro clásica, con estampados ochenteros maximalistas en su equipación blanca de Adidas, como se aprecia en su victoria de 1993.
Los noventa también vieron la llegada de las hermanas Williams.
En 1999, Venus Williams aportó un estilo sin complejos a las prendas blancas de Wimbledon: desde cortes asimétricos hasta trenzas de cuentas, inyectó individualidad e identidad cultural a la estética históricamente rígida de este deporte.
El color ya no era una forma de subvertir el estricto código de vestimenta, pero la forma, los cortes y la confianza sentaron las bases del estilo de Wimbledon de la década de 2000.
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2000s
En la década de 2000, las hermanas estadounidenses Venus y Serena Williams transformaron el panorama sartorial del deporte.
Venus, que ya era una pionera a finales de los noventa, siguió superando los límites con detalles de diseño inesperados y cortes asimétricos.
Sus atuendos, a menudo diseñados en colaboración con grandes marcas de ropa deportiva y, más tarde, con su propia marca EleVen, equilibraban la creatividad con el alto rendimiento.
Serena, por su parte, se convirtió en sinónimo de estilo atrevido tanto dentro como fuera de la pista.
Su look de 2008 -una gabardina Nike blanca impoluta durante el calentamiento- fue icónico y simbólico a la vez, un guiño a los terrenos británicos y una nueva visión de la moda deportiva.
En la década de 2010, la moda en la pista de Wimbledon se volvió aún más teatral, adoptando casi un look informal de negocios que imitaba las tendencias de la época.
Serena Williams, que nunca rehúye un momento de estilo atrevido, aportó un toque inesperado en 2010 al combinar su vestido de tenis ajustado con un encogimiento de hombros blanco.
Sus vestidos de esta época solían llevar peplums y volantes que reflejaban las tendencias de la década.
Del mismo modo, los looks de la jugadora rusa Maria Sharapova en Wimbledon también se inclinaron por esta tendencia, luciendo en una ocasión un conjunto de camisa entallada y pantalones cortos de Nike.
Los armarios de las jugadoras se convirtieron en parte de la conversación tanto como su tenis, dando lugar a titulares, colaboraciones de marcas y un nuevo tipo de relación entre las estrellas del deporte y las casas de moda.
2020s
A finales de la década de 2010 y principios de la de 2020, la moda de Wimbledon dio un giro hacia el "lujo tranquilo", donde las líneas limpias y la elegancia discreta definían el look de la élite del tenis moderno.
El énfasis se desplazó de las siluetas llamativas a los detalles cuidados, y estrellas emergentes como la británica Emma Raducanu y la estadounidense Coco Gauff ejemplificaron esta evolución.
En 2024, ambas jugadoras aportaron nuevas interpretaciones del atuendo clásico del tenis. Raducanu saltó a la Pista Central con un elegante vestido Nike de falda ligeramente estructurada y sutiles aberturas.
Fuera de la pista, Raducanu se ha convertido en una fija del mundo de la moda, firmando importantes campañas con Dior y Tiffany & Co., y luciendo habitualmente joyas de alta gama en la pista, lo que ha dado lugar a la popularidad de la pulsera de tenis.
Coco Gauff, por su parte, prosiguió su colaboración con New Balance y lució la marca durante toda su participación en Wimbledon el año pasado.
Fuera de la pista, Gauff es conocida por defender la individualidad, a menudo mezclando ropa deportiva con estilo urbano.
Juntas, Raducanu y Gauff representan el cambio generacional que está experimentando la moda del tenis al ser conscientes de la marca en la pista para su carrera fuera de ella, demostrando que Wimbledon es tanto estilo como deporte.